martes, 28 de abril de 2015

Valparaíso para arriba

El día más triste de Valparaíso
El día más triste de Valparaíso
Escribo desde Valparaíso, vivo en Valparaíso y viajo desde Valparaíso. Por eso guardé silencio cuando el fuego bajó desde los cerros, se inmiscuyó por las quebradas y abrazó centenares de casas para reducirlas a cenizas. Me asustó ver el infierno desatado en esta ciudad hermosa, me entristeció que la desgracia golpeara nuevamente a aquellos que menos tienen. Me encantaría sumarme rápidamente al espíritu solidario que recorre sinceramente las calles del puerto. Pero el asombro ante nuestra humana fragilidad me deja helado, en silencio.

Me consuela la entereza de los pobladores que vieron desaparecer las casas que construyeron con sus propias manos y como, al día siguiente de la tragedia, ya estaban removiendo escombros para volver a comenzar de nuevo. Eso es espíritu de superación, ánimo de lucha, esencia de lo más poderoso que posee el ser humano: la capacidad de construirse a sí mismo, una y otra vez, incluso en los entornos más adversos.

Estos porteños son hijos de la historia de Valparaíso, marcada por terremotos e incendios, pero también por el esfuerzo y el coraje de construir ciudad en los cerros, levantar casas donde nadie lo imaginaría y construir dignidad e identidad donde otros, aquellos a los que nunca les ha faltado nada, morirían desesperados.

Es conmovedor ver el esfuerzo que desplegaron los bomberos para luchar contra las llamas. Alegra ver el ímpetu con que estudiantes y profesionales de diversas áreas se volcaron a las calles para colaborar en lo que se necesitara.

La participación de los políticos y los medios de comunicación deja mucho que desear. Valparaíso, salvo en la zona declarada Patrimonio de la Humanidad, es una ciudad dejada a su propia suerte y la clase política local y nacional es la principal responsable de ese abandono. Los medios de comunicación, en tanto, elaboran titulares sacados de películas de ficción y ven en el drama humano la posibilidad no sólo de informar, sino también de aumentar sus niveles de audiencia, exponiendo a sus rostros y a las personas a situaciones extremas, en busca de lágrimas y tomas explosivas, las que luego repiten hasta el cansancio, incluso cuando la situación comienza a mejorar.

Por suerte hoy existen las redes sociales, en especial Twitter, donde es posible obtener información más dura y menos cargada del dramatismo del medio audiovisual, al mismo tiempo que los políticos están siendo evaluados por la coherencia de sus actos, minuto a minuto, marcando pautas temáticas a nivel nacional.

Valparaíso. A las cicatrices urbanas de la Iglesia San Francisco y calle Serrano, ahora sumas la parte alta de tus cerros. Es de esperar que el dolor de la tragedia se transforme en energía que impulse a la ciudad para que se levante de las cenizas, como lo ha hecho tantas veces, y vuelva a brillar en la bahía. Ojalá los políticos y los medios de comunicación estén a la altura. De no ser así, seremos los mismos habitantes de la ciudad los encargados de recordarles a las autoridades que las cosas deben cambiar. Ahora, ya.

Valparaíso, 15 de abril del 2014