viernes, 17 de marzo de 2017

De ascensores, trolebuses y recovecos #Valparaíso 



Apenas llegaron mi madre y mi sobrina desde Melosilla tomamos once y salimos a caminar. Desde el cerro Los Placeres tomamos una micro que nos dejó en el Mirador Barón. Disfrutamos de la vista a la bahía y tomamos el ascensor que nos bajó hasta el plan de la ciudad. Era la primera vez que Maite, mi sobrina, se subía a un ascensor porteño. Estaba feliz.


Trolebuses

Trolebuses

Trolebuses

Desde la base del ascensor Barón partimos caminando por avenida Argentina hasta llegar al estación de trolebuses. Hicimos las fotografías de rigor y nos subimos a una de las máquinas más antiguas. Instalados en el vehículo de los años 50, partimos nuestro recorrido por el barrio Almendral.

Desde el terminal avanzamos por avenida Argentina, doblamos en Colón y luego doblamos nuevamente para rodear la Plaza Victoria, la Biblioteca Severín y el Arco Británico. Bajamos en Bellavista, atravesamos la Plaza Cívica y aparecimos en Plaza Aníbal Pinto, donde un grupo murga bailaba y cantaba alegremente en medio del tránsito y el ajetreo urbano. Maite iba sacando fotografías y mi mamá también.

Calle Cumming, Valparaíso

Bajando por el ascensor Reina Victoria

Cerro Concepción visto desde el Ascensor Reina Victoria

Continuamos por la calle Cumming hasta la base del ascensor Reina Victoria, el más corto y empinado de los funiculares de la ciudad. Pagamos nuestro pasaje de $100 por cada uno y nos subimos. Maite observaba sorprendida cómo el paisaje se abría ante nuestros ojos, dejando ver calles de casas antiguas, murales y un cementerio. Bajamos del ascensor y pudimos apreciar una hermosa vista al cerro Concepción coronado por la Iglesia Luterana. Maite sacó algunas fotografías y se lanzó por el refalín curvo que caracteriza esta parte del cerro Alegre.

Cerro Alegre

Cerro Concepción

Paseo Atkinson

Continuamos caminando por el pasaje Dimalow, doblamos en Almirante Montt y llegamos al cerro Concepción. Bordeamos la iglesia y bajamos por una escalera cuyos peldaños estaban pintados como teclas de piano. Le saqué una foto a mi madre con mi sobrina y seguimos hasta el paseo Atkinson. Desde ahí Maite pudo distinguir una pequeña Plaza Aníbal Pinto, donde habíamos estado unos minutos atrás. Caminamos a paso lento por el paseo, disfrutando del colorido de las casas y las pinturas que vendían algunos artistas ambulantes.

Nuevamente nos internamos por las calles de adoquines del cerro Concepción y las llevé hasta el Restaurante Alegretto. Ya era hora de hacer una pausa. Pedimos una pizza de camarones con jamón serrano. Cerveza de barril para mí y mamá; un jugo de frutilla para Maite. Recuperamos energía y comenzamos el regreso a casa.

Pasaje Gálvez

Pasaje Gálvez

Cerro Concepción

Cuando salimos del local ya era de noche en Valparaíso. Caminamos una cuadra hasta calle Papudo, doblamos a la izquierda y bajamos por una escalera hasta el pasaje Gálvez, un estrecho callejón rodeado de casas antiguas y piso de adoquines donde se refleja la luz amarillenta de los faroles. En una de sus ventanas había un gato de pelo rubio al que suelo fotografiar. Mamá hizo un par de imágenes y comenzamos el descenso a través de una estrecha escalera hasta la calle principal por donde descendimos al plan.

Al rato apareció una micro que nos llevaría cerca de mi hogar. A esa hora Valparaíso estaba casi desierto. La noche se había apoderado de la ciudad y ya era hora de descansar.


Cerro Concepción

Hernán Castro Dávila
Bus de Santiago a Valdivia 
 14 de febrero de 2017

Suscríbete para recibir novedades de Apuntes y Viajes:
Suscríbete para recibir novedades de Hernán Castro Dávila: